Viaje a un cuadro: 'Los amantes', de René Magritte

Esta imagen nunca se había considerado muy apegada a lo real, pero por causas evidentes ahora lo parece hasta demasiado. Tanto que nos asombra que hayamos podido tenerla toda la vida delante sin verlo meridiano.

Viaje a un cuadro: 'Los amantes', de René Magritte

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Es normal, porque la pintó un surrealista y “surrealista” viene del francés “sur-réalisme”, es decir, que está por encima del realismo. Y eso es aún más realismo que lo real. No es que los surrealistas fueran unos visionarios –no más que cualquier artista, se entiende-, es solo que se habían estudiado las lecciones que daba Freud, quien ya nos colocó ante la pregunta de si no será tan real la realidad física como la imaginada. A esto respondemos ahora que ambas son una sola y misma cosa, o que al menos acaban convergiendo, como estamos comprobando en nuestras propias carnes.

A entender lo que es real –“real como la vida misma”, decimos- siempre llegamos con cierto retraso. Y ese desplazamiento tiene una función, que no es otra que amortiguarnos el golpe. ¿O hemos olvidado ya que hasta hace muy poco estábamos escuchando cómo de irreal nos parecía todo esto que ahora vivimos? ¿Que más semejaba un sueño, una pesadilla, una película de ciencia-ficción? ¿No lo habremos dicho nosotros mismos, incluso?

René Magritte

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Así debió de ocurrirle a René Magritte cuando tenía catorce años y se cree que vio cómo el cuerpo de su madre lo sacaban del río Sambre como si fuera una perca y con todo el camisón liado alrededor de la cabeza. Que la pobre Régina se había quitado la vida tirándose al agua no podía ser más real, pero me apostaría cualquier cosa a que el joven René pensó entonces que lo habían transportado al mundo de la irrealidad, y que era desde ese mundo como estaba percibiendo una vivencia tan traumática que lo perseguiría en los años sucesivos. Así que tuvo que pintar 'Los amantes' para desembarazarse de semejante horror entregándolo al mundo.

Hay quien lidia con el trauma creándose un universo paralelo, y los llamamos enfermos mentales y los hacemos tratar. Y luego están los artistas como Magritte, que convierten esa llaga en otra cosa: el arte también es una forma de universo paralelo, aunque siempre parte de este en el que estamos y con él confluya. Pero la mayor parte de la gente acaba sin más asumiendo la realidad en cuanto está preparada para ello.

También nosotros empezamos a comprender ahora que es real que pasemos casi todo el tiempo confinados en nuestras casas. Que es real que cuando salimos nos encontremos las calles casi vacías. Real que si nos cruzamos con alguien bajemos la mirada y avivemos el paso, y desviemos nuestro rumbo para respetar las distancias de seguridad. Real que no den abasto los profesionales sanitarios, que son reales y para nada ángeles o héroes de cómic, por cierto. Y que vivamos pendientes de los grados de inclinación de una curva. Una curva que es real pues, por más que la veamos trazada sobre unos ejes que solo existen en nuestras pantallas digitales, habla de infecciones reales, de personas reales y de pérdidas reales que se lloran con lágrimas reales aunque sea real que el duelo no está permitido como antes de que nos infligieran esta herida de lo real.

Escribía hace poco Santiago Alba Rico en eldiario.es que en tiempos de experiencias virtuales y desafección respecto al mundo de las cosas, este (re)encuentro con lo real también es, o debería ser, una oportunidad. Y tenía mucha razón. En algún momento saldremos de nuestras casas, y la realidad será otra, pero será, y algo deberíamos haber aprendido de lo que ahora estamos viviendo. Algo aprenderemos seguro, porque todos lo estamos diciendo, pero aún no sabemos qué. Eso también nos llegará con un poco de retraso.

Como estos amantes de Magritte, aislados del mundo y también entre sí por un trozo de tejido, nos debatimos entre la incertidumbre y la frustración. Pero ya hemos empezado a vivir normalmente con ellas, así que al menos conocemos el terreno que pisamos. Solo nos queda construir algo sobre ese terreno, porque lo que ahora construyamos mañana será tiempo ganado.

Viaje a un cuadro: 'Los amantes', de René Magritte

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