Guanajuato vs San Miguel de Allende: dos joyas mexicanas muy diferentes

Ambas son patrimonio Unesco por su arquitectura y bagaje cultural y; sin embargo, eternamente diferentes.
Una de las coloridas calles de Guanajuato.
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¿Guanajuato o San Miguel de Allende? Dos ciudades extraordinarias mexicanas en cuanto a belleza y unicidad que, sin embargo, son muy diferentes.

Hay quien prefiere Guanajuato y hay quien se queda con San Miguel de Allende. En realidad, todo depende del color con que se mire.

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Ambas han sido declaradas patrimonio cultural de la humanidad Unesco por su arquitectura y bagaje cultural y; sin embargo, se diría que son opuestas.

De un primer vistazo la distinción que se observa es que Guanajuato o Cerro de las Ranas se escurre colina abajo formando intrincadas callejuelas mientras que San Miguel de Allende se sitúa en la planicie, dibujada como un tablero de ajedrez.

Las coloridas casas erigidas sobre la colina que es Guanajuato.Getty

La siguiente es que, como bien nos diría Juanito, nuestro guía, sabio y ameno, San Miguel guarda los palacios, casonas y también los colores del Virreinato, que oscilan entre amarillo mostaza, ocre rojo y blanco piñón; mientras que Guanajuato ostenta una algarabía de colores que, bajo su cielo azul e iluminado por un sol radiante, hace de sus casas, reformadas con frecuencia por las abundantes inundaciones, una auténtica explosión cromática.

Mientras que en Guanajuato las fachadas suelen tener desconchones, San Miguel está impoluto. La gente de Guanajuato come en la calle, compra las tortillas de la cocinera ambulante y comparten tiempo y alegría. San Miguel de Allende tiene restaurantes que dejan con la boca abierta.

Vista aérea de San Miguel de Allende.Getty

En Guanajuato, capital de la provincia homónima, se tejen los cimientos de México. En 1522 llegaron los españoles y tres siglos más tarde se comenzó a explotar la industria minera. En 1810 Miguel Hidalgo encabezó la toma de la alhóndiga de Granaditas, donde, al comienzo de la revolución, se guarecían españoles prominentes.

Si la riqueza de Guanajuato está en sus minas, la de San Miguel de Allende está en los pozos que riegan su tierra. De hecho, la ciudad, fundada por Fray Juan de San Miguel, fue lugar de paso y refugio en el traslado de los minerales, especialmente el oro y la plata, y sus viñedos dan un vino excelente.

GUANAJUATO: CALLEJEANDO ENTRE LEYENDAS

A Guanajuato le protagonizan sus callejones, cada uno de un color, todos estrechos y sinuosos y con unos nombres insólitos que responden a cruentas leyendas.

El el caso de la calle del Infierno, donde un hombre con unas copas de más cortejó a aquella bella mujer que le arrastró al infierno… o la del Calvario: por donde tenían que transportar los enseres y siendo tan elevada no podía llamarse de otra manera. La del Beso evoca una pasión a lo Romeo y Julieta que acabó igual de mal.

El Callejón del Beso de Guanajuato.Getty

Dice Juanito que Guanajuato es una ciudad a la antigua: no tiene semáforos y se dejan el paso educadamente los coches, ahora pasas tú, ahora paso yo. No hay neones y los fuegos se apagan con cubos de agua y mangueras, ya que los bomberos no pueden pasar.

En una de esas minúsculas calles se encuentra el añejo Corral de Comedias y en otras se reconocen los escenarios de la película de Brigitte Bardot y Jeanne Moreau ¡Viva María!

CUANDO LA TUNA TE DÉ SERENATA…

Al salir de Edelmira Hotel Boutique, una señorial casona, huele a café y a churros. A dos pasos está el Jardín de la Unión, enmarcado en ficus cortados tipo boj y en cuyos acogedores cafés los camareros vestidos de blanco y negro sirven desayunos. La música no falta y un tuno espontáneo entona Clavelitos.

Entre la flora de la plaza asoman las musas del Teatro Juárez, levantado sobre los restos del Hotel Emporio que derribaron las inundaciones. A su lado está la iglesia de San Diego de Alcalá, custodiada por una impresionante escultura de La Giganta.

Una banda mariachi.Getty

Esta obra de José Luis Cuevas ha pasado a ser Dulcinea en el Paseo de las Esculturas Cervantinas que salpican la ciudad. Hay devoción en Guanajuato por El Quijote.

Hermanados con Alcalá de Henares desde 2011, el festival internacional cervantino de Guanajuato El Cervantino, que se celebra en octubre, es esperado por la población y se considera uno de los más importantes en su género.

Visitado por más de treinta países y representado por más de mil actores; música, poesía y arte llenan la ciudad y teatros como el Juárez y el Principal, iglesias como el Templo de San Diego o museos como el Iconográfico del Quijote.

La universidad hace de Guanajuato una ciudad joven. Al anochecer, los estudiantes llenan calles y bares. Otros se visten de tunos y, saliendo del Jardín de la Unión, callejean entre baladas y bandurrias atrayendo a los visitantes por sus empinadas calles.

Jardín de la Unión de Guanajuato.Alamy

Cantan, recitan y desvelan la razón de los misteriosos nombres de los callejones: Sal si puedes, El potrero, El Salto del Mono, Boca Negra y muchos más que nombran los 1.200 que forman la villa.

Organizan juegos, aconsejan a los novios comprar flores a sus prometidas y hacen pasar un rato entretenido y didáctico a la concurrencia.

Restaurantes y bares ocupan los áticos desde donde observar una bella vista mientras a la mesa sale la cerveza Corona o Pacífico. O un margarita de buen tequila o mezcal para acompañar el pote molcajete de Arrachera, el chamorro adobado o las enchiladas de minero rico, entre otras delicias de La Tasca de la Paz.

Ver la Basílica de Nuestra Señora de Guanajuato en la hora bruja es un bellísimo espectáculo. Enseguida amanece otra vez y se escucha el canturreo de las mujeres que venden bollos y dulces.

Tacos.Getty

GUANAJATO ARRIBA, GUANAJATO ABAJO

La nueva jornada está dedicada a visitar la casa museo de Diego Rivera, oriundo de Guanajuato, echar un vistazo a la estatua de Jorge Negrete al lado de lo que fue su hogar y bajar al Guanajuato oculto, ese que se esconde bajo tierra donde una serie de túneles le atraviesan.

La red subterránea ocupa nada menos que ocho kilómetros de pasadizos bautizados con curiosos apelativos como El Pípila, el héroe nacional Juan José de los Reyes Martínez cuya estatua contempla desde un cerro la panorámica 360º.

El Cuajín fue el primer canal de desagüe. Construido en 1823 dio paso a la impresionante estructura subterránea a la que baja la gente en busca de sombra en verano, los autobuses tienen su parada y los vendedores la recorren anunciando sus géneros.

Un coche atravesando los túneles de Guanajuato.Getty

Del subsuelo se llega a la cima en el funicular en cuestión de minutos, para desde el Mirador de El Pípila observar la ciudad al completo: su sinfonía de colores, sus construcciones barrocas y sus famosos callejones.

Un alto en el camino para comer en Casa Valadez, restaurante clásico y de fama con ventanales que dan al Jardín de la Unión, decoración muy agradable y comida exquisita de la que cabe resaltar la sopa azteca, los camarones al coco, la arrachera de la casa o los tacos de chicharrón. 

CIUDAD MINERA

No se puede dejar Guanajuato sin visitar la iglesia de San Cayetano, motivo de la promesa del español Antonio de Obregón y Alcocer, quien juró construirla si encontraba una mina.

Se cumplió su deseo al dar con uno de los mayores yacimientos, La Valenciana, de donde se dice salía la mayor parte de oro y plata para España y San Cayetano tuvo su iglesia con un retablo vestido en pan de oro.

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En la visita a Boca Mina San Ramón se observa la dureza de un trabajo en el que aún se emplean 12.000 guanajuatenses. Más que aconsejable es entrar en la tienda de la mina, donde venden minerales como el cuarzo. La dependienta explica de forma graciosa y de carrerilla los beneficios del cuarzo auténtico iSi hace andar los relojes, cómo no va a lograr que vibre al ser humano…! dice ella.

Nos despedimos de Guanajuato rindiendo visita al Museo de las Momias, un lugar curioso que alberga 110 cuerpos momificados naturalmente a causa de las condiciones geológicas del Panteón Municipal de Santa Paula.

SAN MIGUEL DE ALLENDE: UN ALARDE DE BELLEZA

La entrada en San Miguel de Allende hechiza a todo aquel que contempla por primera vez el Jardín de Allende, su plaza principal, protagonizada por la estructura churrigueresca, onírica, de la Parroquia de San Miguel Arcángel.

Construida con la cantera rosa típica de la ciudad, mientras que en Guanajuato se edifica con cantera verde, una vez admirada, se impone un paseo por la plaza, adornada por exuberante vegetación y esos árboles delineados en boj que caracterizan la zona.

Vista aérea de la Basílica de Nuestra Señora de Guanajuato.Getty

Arcadas que dan a tiendas de artesanía, puestos de helados, terrazas que huelen dulce, y una mezcla de gente en la que se ven bastantes extranjeros. 

Y es que el 30% de la población de San Miguel de Allende lo componen canadienses, argentinos, franceses y españoles que han fijado su residencia en la hermosa ciudad.

Dicen que San Miguel de Allende esconde el cuarzo en su tierra y que sus propiedades energéticas seguramente ayudan a que la gente se enamore de la ciudad con solo verla y que muchos decidan trasladar allí su residencia.

VENTANAS PERO NO BALCONES

La ciudad está intacta, prácticamente tal y como lo dejaron los españoles cuando se instalaron en esta ruta de paso de Nueva España. En aquel entonces no se estilaban los balcones que llegaron después, cuando Guanajuato destruida por las aguas, los colocó en sus ventanas.

Colorida calle en San Miguel de Allende.Getty

Mansiones con preciosos patios, tiendas de lujo, restaurantes internacionales, dibujan las fachadas de la ciudad. Unas son amarillas, otras rojas y otras beige. Pero fuera de esos tonos no se permite ninguno más.

Al pasear por sus calles, mucho más tranquilas que las de Guanajuato, dan ganas de asomarse a ventanas y patios. Puertas adentro la sorpresa está garantizada.

O bien hay un hotel boutique decorado con tapices, catrinas y una cerámica preciosa, o un restaurante o incluso chiringuitos gourmet que ofrecen agua de cacao, de mango o de cebada.

Tiendas y más tiendas: de muebles, textiles, joyerías con la plata asegurada, piel de primera, y galerías de arte. Productos que hacen pensar en un alto nivel de vida de la gente que vive en las magníficas casas tras los muros cubiertos de buganvilla.

Atardecer sobre la iglesia de San Antonio en San Miguel de Allende.Alamy

LA LUNA ROJA DE UNA NOCHE DE PRIMAVERA

Taxis verdes y quads - allí los llaman cuatrimotores -atraviesan las recoletas calles, tranquilos, dejándose el paso sin discusiones.

Los quads se han vuelto una experiencia en la visita a San Miguel de Allende, una manera diferente de conocer los entresijos de la ciudad, disfrutar de sus jardines, llegar a los rojos lavaderos municipales y su vecina capilla de la Santa Cruz del Chorro.

Y terminar en el restaurante Los Milagros Terraza saboreando su molcajete de pescado o la tampiqueña. Manjares a los que acompañan el agua de Jamaica o cerveza artesanal mientras se disfruta de una grandiosa vista de San Miguel de Allende al completo.

Cae la noche y no es una noche cualquiera. La luna roja ilumina con suavidad la ciudad que va apagando la luz de sus tonos hasta que los farolillos los vuelven a encender.

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Desde el ático de Carajillo Miguel (cocina de autor) se viven unos instantes inolvidables, de esos que estarán siempre en el baúl de los recuerdos, cuando sobre la iglesia iluminada de San Francisco se alza esa luna eclipsada que hace enmudecer al que la mira.

Brindamos por ella y nos centramos en disfrutar del festín de tacos de pato o lechón, unas croquetas de chicharrón y alguno de sus seductores cócteles como el carajillo Turín o la piña colada, antes de volver al Hotel Morada y dormir como niños entre el silencio de sus centenarios patios.

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