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El gobierno cede ante las protestas en Machu Picchu, la joya del turismo de Perú que aún luce vacía

ARCHIVO - El sitio arqueológico de Machu Picchu está desprovisto de turistas mientras está cerrado en medio de la pandemia de COVID-19, en el departamento de Cusco, Perú, el 27 de octubre de 2020. (AP Foto/Martín Mejía, Archivo)
(Martin Mejia / Associated Press)
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Las calles, hoteles y restaurantes del pueblo más cercano a la ciudadela de Machu Picchu lucían vacíos de turistas después de varios días de protestas y del bloqueo de la vía ferroviaria de acceso, pese a que el punto de conflicto, un contrato con una empresa privada para la venta de entradas, se resolvió el miércoles al llegar a un acuerdo con el gobierno peruano.

Después de 11 días desde el cambio en la modalidad de distribución de entradas, que llevaba 15 años en manos de una entidad estatal, el ejecutivo cedió y terminó el contrato cuestionado por el sector turístico local.

La ministra de Cultura, Leslie Urteaga, que había alegado presuntas irregularidades y una pérdida de 1,8 millones de dólares para el Estado por entradas no reportadas, accedió finalmente al pedido de los manifestantes, tras una reunión con el presidente regional de Cusco y el alcalde del distrito de Machupicchu.

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En un documento, las autoridades se comprometieron a trasladar la venta de entradas a una plataforma digital del gobierno nacional y retirárselo a Joinnus, una plataforma virtual que pertenece a uno de los grupos económicos más ricos de Perú y que asumió ese servicio a mediados de enero.

Tras ese acuerdo y el levantamiento de las protestas, después del mediodía, la concesionaria ferroviaria que da el servicio de acceso a la joya del turismo de Perú reinició las actividades que estaban suspendidas desde el viernes pasado.

“Parece la época de la pandemia del COVID-19, casi no se ve gente”, decía Roger Monzón, un empleado de limpieza de 25 años del hotel Inkas Land del distrito de Machupicchu, quien estos días atiende el teléfono del edificio de 18 habitaciones que al momento sólo alberga a dos turistas de Portugal.

Los pocos visitantes que aún llegaban a la ciudadela inca tenían que sortear un recorrido alternativo más largo y pesado. En lugar de tomar el tren, salían de la ciudad de Cusco en autos por 210 kilómetros, por casi cinco horas, hasta llegar a una hidroeléctrica. Desde allí caminaban dos horas al distrito de Machupicchu y luego continuaban su caminata otras dos horas y media más hasta la ciudadela de piedra.

Estados Unidos, Alemania, Francia y Brasil pidieron a sus ciudadanos tener cuidado en caso de visita a Machu Picchu, que es Patrimonio de la Humanidad desde 1983. En los últimos días, los alimentos y productos de primera necesidad comenzaron a escasear en el distrito de Machupicchu por la falta de servicio de tren, el único medio masivo de transporte.

El turismo es la principal actividad económica en Cusco y más de 200.000 personas tienen empleos directos en el sector. En tiempos previos a las protestas, ingresaban hasta 4.500 personas por día a Machu Picchu.

No hay cifras oficiales sobre las pérdidas en la semana de protestas, pero algunos gremios calculan los daños en unos 4,7 millones de dólares. “Las pérdidas incluyen a todos los sectores que están directamente vinculados al turismo como las agencias turísticas, los hoteles, los restaurantes, los guías turísticos, pero también los mercados, los taxistas y las comunidades campesinas”, dijo Elena González, presidenta de la Asociación de Agencias de Turismo de Cusco.

La líder gremial también indicó que muchos turistas europeos y estadounidenses, que durante estos meses eligen el destino de sus próximos viajes de vacaciones, están reorientando sus destinos y abandonando a Machu Picchu a causa de las manifestaciones.

Los trabajadores y pequeños empresarios del sector del turismo del pueblo cercano a Machu Picchu mantuvieron por una semana la protesta y el bloqueo, tras la decisión del gobierno de tercerizar la venta de las entradas a Machu Picchu.

Los grandes empresarios del turismo estaban de acuerdo con la medida, mientras cientos de pequeños operadores tenían desconfianza.

Estos últimos afirmaron que no hay forma legal de fiscalizar el resguardo de la confidencialidad de los datos personales que la plataforma Joinnus obtiene de los turistas —teléfonos, correos electrónicos y fecha de visita a la ciudadela— y que esa información valiosa podría terminar en otras empresas turísticas que podrían ofrecer con anticipación servicios de hospedaje, comida y traslado a los turistas, en perjuicio de la libre competencia y de los pequeños empresarios.

El historiador estadounidense Mark Rice, autor del libro “Destino Machu Picchu: La política del turismo en el Perú del siglo XX”, recordó a The Associated Press que por décadas ha existido una relación débil, marcada por la desconfianza, entre Cusco y el estado nacional, por “el control de los presupuestos y adónde se iban los beneficios del turismo”.

Rice —profesor en Baruch College, una universidad pública de Nueva York— indicó que en la primera mitad del siglo XX, cuando a muchos líderes peruanos no les interesaba la cultura andina, los cusqueños proponían que los turistas visitaran Cusco y sobre todo Machu Picchu.

En la actualidad, apuntó, “la mayoría de los cusqueños se encuentran excluidos de los sectores más lucrativos del turismo”. Y dijo que existe una paradoja con Machu Picchu: se ha convertido en el símbolo de Perú pero Cusco, donde se encuentra, “no controla su propia economía regional”.

La ciudadela de piedra fue construida en el siglo XV como santuario religioso, ceremonial, astronómico y agrícola durante el apogeo de la cultura Inca y se ubica en el sureste peruano a 2.490 metros de altitud, en una zona limítrofe llena de bosques, entre los Andes y la Amazonía.