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Personajes de la historia

El fotógrafo desconocido que 'cambió' la guerra de Vietnam

Este fotógrafo no ha ganado un Pulitzer ni su nombre ha pasado a la historia de la fotografía, pero una absurda casualidad hizo que desempeñara un papel decisivo en la toma de Saigón.

Por Ángel L. Martínez Cantera | Fotografía: Ngoc Tran

Miércoles, 08 de Junio 2022, 18:05h

Tiempo de lectura: 6 min

Excéntrico y dandi, Hoang Van Cuong (1949) espera en el restaurante del Sheraton, en el centro de Ho Chi Minh, sentado siempre en el mismo sillón. En la moderna capital de los negocios y el entretenimiento de Vietnam, la antigua Saigón, Cuong se mueve con dos certezas: ser una leyenda desconocida entre sus conciudadanos y sentirse vigilado por las autoridades.

Cuong fue uno de los fotógrafos de la agencia norteamericana UPI. Y, aunque su nombre no ha entrado en los libros de historia de la fotografía, su papel en la guerra pasa por sorprendentes anécdotas, como haber ayudado –accidentalmente– a las tropas comunistas a ganar la guerra.

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La guerra. Un soldado estadounidense da de beber a un niño en Hue en 1969. Esta es una de las fotos de Cuong que se han conservado. Muchas se perdieron.

Desde que empezó la guerra, Cuong vivía en la vieja Saigón. La capital del Gobierno aliado de Estados Unidos en Vietnam del Sur se había transformado en el gran mercado del sudeste asiático. A los tradicionales vecinos que cargaban cestas de mimbre se habían sumado reporteros, mercenarios, bares y burdeles. Un inmenso negocio. «Odié la guerra… Esos dos estúpidos gobiernos. Ambos bandos. En el norte, Ho Chi Minh seguía a los rusos y a los chinos. En el sur, Nguyen Van Thieu y Nguyen Cao Ky obedecían las políticas americanas. Todos golpearon a mi pueblo con la misma brutalidad», escupe Cuong.

El maestro fotógrafo

Fue en el negocio familiar, una tienda de artesanías en el centro de Saigón, donde conoció al reportero que cambió su vida, el fotógrafo japonés Kyoichi Sawada. «Me ayudó con ropa, comida e incluso pagó mis estudios. Fue mi amigo, mi mentor y mi hermano», recuerda Cuong, que para aquel entonces ya hacía sus pinitos con una Pentax que le regaló su padre.

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La huida.Cuong fotografió la caótica huida de Saigón. La agencia UPI, para la que trabajaba, le ofreció a él abandonar el país. Pero eligió quedarse.

Sawada no había ganado el Pulitzer aún cuando conoció al Cuong de 17 años y apostó por él. Lo presentó ante Frank Frosch, director local de la agencia estadounidense United Press International (UPI). Ambos, Sawada y Frosch, fueron acribillados a balazos cuatro años más tarde por los Jemeres Rojos mientras cubrían un reportaje en la vecina Camboya.

Subió al tanque ruso. Creyó que iban a matarlo. Pero lo que querían es que los guiase hasta el Palacio Presidencial

Como free lance de la ya extinta UPI durante una docena de años, Cuong fotografió el asedio del sur del país, publicó en las páginas más prestigiosas de la época y se codeó con los grandes nombres de la era del periodismo gráfico. Las instantáneas de Hoang Van Cuong no tuvieron el eco dramático de la foto de Eddie Adams en la que el jefe de Policía de Vietnam del Sur mata de un disparo en la cabeza a un indefenso y maniatado soldado del Viet Cong frente a la cámara. Pero el reportero de la eterna sonrisa desempeñó un papel tan decisivo como desconocido en la captura final de Saigón por las tropas de Vietnam del Norte.

El momento decisivo

Cuong enseña la foto que lo demuestra. Nada técnica ni estéticamente especial. «Pedí a un transeúnte que me la hiciese tan pronto como bajé del tanque», ríe Cuong. En blanco y negro. Sonriente. El joven reportero mira a cámara. Detrás, el blindado del Ejército del norte aparece empotrado en la verja del antiguo Palacio Presidencial. Emblema de la toma de la ciudad por el Gobierno comunista –y la consiguiente derrota de Estados Unidos–, la foto es una referencia en los libros de texto de la actual República Socialista de Vietnam. Pero la icónica imagen esconde una rocambolesca historia.

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Los recuerdos.En su actual museo privado de antigüedades, Cuong muestra algunas de las instantáneas que hizo al sur del país durante el conflicto. Ya no hace fotos.

En la mañana del 30 de abril de 1975, Cuong fue destinado a las afueras de Saigón para tomar fotos del continuado asedio de la ciudad. La División 324 del Ejército del norte y las tropas del sur se enfrentaban en la actual autovía nacional 1A, al noreste de Saigón. Entorna los ojos al recordar. «¡Había muchos carros de combate rusos T-54B! Tenía miedo. Así que agité la cámara y grité: ‘¡Bau chi, bau chi!’ [‘¡Prensa, prensa!’]. De uno de ellos salió una cara que lo invitó a subir al tanque enemigo mientras el combate seguía en las calles. «Pensé que me iban a matar. Pero no sabían cómo entrar en la ciudad. Así que yo los guie hasta el palacio», se excusa. El resto es historia. Tropas del norte izando su enseña en el que a partir de ese momento sería el Palacio de la Independencia. Trabajadores de la Embajada estadounidense arriando las barras y estrellas mientras helicópteros atestados de refugiados abandonaban el país. El fin de la guerra.

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La gente vulnerable.Una vietnamita se cubre el rostro mientras un helicóptero aterriza en 1972.

Militares, políticos y reporteros organizaron la rápida evacuación en los últimos días de la contienda, 130.000 vietnamitas abandonaron el país. Tres días antes de la caída de Saigón, Alan Danson, periodista de UPI, se acercó a Cuong. «Un avión nos iba a llevar con nuestras familias hasta Hong Kong. No quise irme. Este es mi país. Quería ser testigo de la historia». Pero su heroicidad no le sirvió para preservar su nombre y menos aún le valió para salvarse de la purga del régimen de Hanói. Oficiales del antiguo Gobierno, civiles, monjes, militares y periodistas. Todos eran sospechosos. Las presiones políticas le forzaron a esconderse en el delta del Mekong, al sur del país.

El largo cautiverio

«La Policía comunista buscaba a los ‘colaboracionistas’. Pensaban que era espía solo porque trabajé para UPI. Así que dejé de fotografiar y me convertí en un Robinson Crusoe», describe Cuong. Escondido durante nueve años entre planicies aluviales y selva, donde se ganó la vida de granjero y pescador, regresó a Ho Chi Minh para casarse con su mujer.

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Unos soldados que regresan del frente.«Yo también luché en Vietnam. Lo hice mostrando gente vulnerable que no hizo nada para merecerse las horribles consecuencias de las acciones de políticos infames», dice Cuong.

«A los siete meses de embarazo de nuestro primer hijo, me arrestaron. Me interrogaron por todo. ¿Dónde, cómo, cuándo, por qué y con quién? Me llevaron a un campo de reeducación [eufemismo para los campos de trabajo comunistas]», explica. Cuong pagó los servicios prestados al derrotado invasor del sur con un cautiverio de siete años: «No teníamos alimentos ni medicinas. Comíamos insectos y llevé la misma camiseta durante dos años».

Tras la guerra, pasó nueve años escondido en la selva. Al final, lo arrestaron y pasó en un ‘campo de reeducación’ otros siete años

Después de trabajar sin descanso en 28 prisiones diferentes del país, Cuong fue liberado en 1991. Nunca volvió a coger una cámara de fotos. Ahora se dedica a las antigüedades y se ufana de tener una de las mejores colecciones de cerámicas del período Dong Son –edad de bronce vietnamita– y de jarrones de la dinastía Nguyen, la última familia imperial del país. «La herencia cultural no tiene precio. Yo la preservo para que mis nietos puedan aprender quiénes somos y de dónde venimos». Así es ahora Cuong, memoria viva él mismo de un pasado no tan lejano.

30 de abril de 1975. Cuong posa junto a un tanque norvietnamita apostado ante el Palacio Presidencial de Saigón. Era el final de la guerra. Fue él quien guio al tanque hasta el palacio. Esta imagen, sin Cuong delante, aparece en la mayoría de los libros de texto de la actual República Socialista de Vietnam.