La torre Eiffel pide auxilio tras una caída brutal de ingresos

Visión global | Francia

Después de casi nueve meses cerrada por la covid, reabre obligada a recapitalizar la compañía que la explota: París deberá rascarse el bolsillo

La Torre Eiffel, iluminada de verde esta semana

La Torre Eiffel, iluminada de verde esta semana

Francois Mori / AP

Cada noche, durante la pandemia, la torre Eiffel ha seguido iluminada y con su potente faro enfocando sin pausa a cien kilómetros a la redonda. Daba igual que no recibiera visitantes. El monumento más célebre de París tenía que mostrarse presente, vivo, como un signo de esperanza de que la pesadilla llegaría un día a su fin.

Después de una clausura forzada que se prolonga desde finales de octubre pasado, la Grande Dame reabrirá el 16 de julio. A partir del primero de junio se podrán comprar ya billetes a través de internet. Hay alivio, obviamente, por este retorno a la normalidad, aunque también es el momento de hacer un balance doloroso.

Impacto

No hay temor por los 350 empleos directos que dependen del célebre monumento

Los números muestran la dimensión del desastre. El déficit estimado para este año de la Sociedad de Explotación de la Torre Eiffel (SETE) será de 70 millones de euros. Si a esta cantidad se añaden los 52 millones de déficit del 2020, los números rojos alcanzan los 122 millones. Se trata de un volumen inasumible por las reservas de la propia SETE. El municipio de París, que posee el 99% de la empresa, y la Metrópolis Gran París (los ayuntamientos de la región metropolitana), que tiene el 1% restante, han sido llamados a hacerse cargo de la deuda por la vía de la recapitalización.

“Debemos atravesar un periodo difícil, pero no hay inquietud a largo plazo”, indicó el presidente de SETE, Jean-François Martins. Según él, no están en peligro los 350 empleos de la compañía.

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Turistas en la Torre Eiffel, el verano pasado

THOMAS SAMSON / AFP

La torre Eiffel, inaugurada en 1889 con motivo de la Exposición Universal, recibía antes de la pandemia hasta siete millones de visitantes al año. En su reapertura se establecerá un límite de 10.000 personas al día, cuando antes de la era covid podían llegar a ser 25.000.

Si bien continúa siendo el edificio más alto de París –lo fue del mundo entero durante casi 40 años, hasta que fue superado por el Chrysler Building neoyorquino en 1930– no es esa la razón principal de su atractivo. Pesa más su condición de icono planetario.

A las dificultades financieras coyunturales se suman, en este momento, otros problemas serios para la torre Eiffel. Hace unos meses debieron suspenderse las labores de repintado porque se desprendía una cantidad excesiva y peligrosa de plomo. Se está evaluando cómo continuar la operación en condiciones de seguridad para el público y de respeto medioambiental para la ciudad.

Más problemas

Al problema financiero se añade la parálisis del repintado debido a la presencia de plomo

La última capa de pintura es la vigésima en los 132 años de historia de la torre. Debe hacerse de manera periódica para evitar la corrosión del metal. Se aprovecha entonces para limpiarla, quitar los excrementos de los pájaros e inspeccionar eventuales fisuras o defectos en la estructura. Es una labor larga, compleja y cara. Los pintores utilizan brocha para llegar a todos los rincones.

El plomo es un viejo problema en el mantenimiento de la torre Eiffel. Cada vez que se repinta hay que extraer parte de la capa anterior, no solo para se fije mejor la nueva pintura, sino para eliminar peso. Se calcula que los veinte repintados han añadido 350 toneladas a la masa de la torre, un factor relevante para los ingenieros.

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El incendio de Notre Dame ya supuso un problema con el plomo

EFE

La nueva operación cosmética para la Grande Dame está destinada a que luzca más bella que nunca en los Juegos Olímpicos de verano del 2024. Pero la concienciación ecológica y los criterios para la no dispersión del plomo nunca han sido mayores, de ahí la parálisis del repintado y el galimatías técnico para conseguir hacerlo con el mínimo de polvo de este peligroso metal.
No puede olvidarse que París está dirigido por una alcaldesa socia lista, Anne Hidalgo, que gobierna en coalición con los ecologistas y que pretende, quizás, ser candidata al Elíseo en el 2022 al frente de una alianza de las mismas características.

Después del incendio de Notre Dame, durante el cual se volatilizaron centenares de toneladas de plomo, París no puede permitirse el lujo de volver a protagonizar un accidente ecológico por negligencia o simple falta de previsión. La Grande Dame necesita –y obtendrá– dinero para conservar su atractivo pero debe ser muy cuidadosa con el maquillaje

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