La cala, de nombre científico Zantedeschia aetiopica, conocida también como alcatraz, cartucho, cala de Etiopía, calla, cucurucho, flor de jarro, flor de pato, lirio blanco, lirio de agua, oído del profeta, oreja de burro y otros muchos nombres locales, es una planta herbácea perenne originaria de Africa meridional, perteneciente a la familia de las Aráceas.
Su nombre genérico hace honor al botánico italiano Giovanni Zantedeschi, que vivió entre los siglos XVIII y XIX, y de cuyo apellido deriva Zantedeschia. El epíteto aetiopica hace referencia a la región geográfica de su origen.
Su nombre común deriva del griego “kalós”, que significa bello, motivo por el cual la cala simboliza la belleza simple, incontaminada y delicada; la elegancia y el amor inocente, puro y refinado.
Crece a partir de un rizoma grueso y suculento, más largo que ancho, del cual surgen tanto las raíces blanquecinas como las numerosas hojas basales de color verde lúcido, en forma de flecha y largamente pecioladadas. Pueden alcanzar hasta metro y medio de altura. Las inflorescencias se presentan aisladas al final de un largo pedúnculo, sobrepasando el nivel de las hojas. Constan de una lámina, especie de bráctea modificada, en forma de embudo o campana de color blanco o crema, con el ápice doblado hacia atrás, que se denomina espata. La espata rodea la inflorescencia erecta en forma de espiga carnosa de color anaranjado o amarillo dorado que se llama espádice y que resalta sobre el blanco de la lámina. La cala es una planta monoica, por lo que las diminutas flores de ambos sexos se encuentran en el mismo pie de planta. Las masculinas tienen estambres de color amarillo y polen blanco. Las femeninas son verdosas o amarillentas. Los frutos son unas bayas verdes globosas que pueden llegar a ser anaranjadas en la porción basal y que
contienen hasta doce semillas. La cala florece de enero a julio y desprende un suave aroma.
En la medicina popular las raíces fueron utilizadas para curar granos y la cocción de las flores para enfermedades de la boca e incluso como antidiarreica. Sin embrago debe tenerse en cuenta que toda ella es tóxica; su savia es muy irritante, pudiendo producir problemas cutáneos y gastroenteritis.
La cala, especie vegetal de gran encanto y belleza, introducida en Europa a mitad de 1700, es considerada una excelente planta decorativa. Se ha naturalizado en muchas partes del mundo. En Galicia se encuentra dispersa. Además de aparecer de modo espontáneo en campos y cunetas, se cultiva como planta ornamental en jardines, siempre y preferentemente en zonas húmedas y sombreadas con abundancia de agua, como estanques y canales. Es digno de visitar el maravilloso espectáculo que ofrecen los numerosos ejemplares que bordean el regato dos Boedos en Soesto, lugar del municipio marinero de Laxe, en A Coruña, conocidos allí con el nomare de cornetas. Los más ancianos recuerdan de toda la vida el paraje así de hermoso.
Las calas se suelen usar tanto en celebraciones profanas como religiosas, tales como la fiesta de los mayos o el día del Corpus Christi. No obstante la creencia de que transmiten buena suerte y de formar parte de las composiciones florales de los ramos de novia, en la villa pontevedresa de Caldas de Reis, en la cual se le denominan también con la palabra cuernos, los más supersticiosos no recomiendan su uso en las celebraciones matrimoniales, por motivos obvios.
Según la mitología griega, la primera cala se habría generado por unas gotas de leche materna que cayeron accidentalmente de los senos de la diosa Hera, divinidad del matrimonio, de la familia y de la procreación, símbolo indiscutible de feminidad y prosperidad.
Algunas leyendas cuentan cómo fueron las lágrimas de Eva, una vez expulsada del Jardín del Edén, las que dieron origen a la flor.
La cala es la flor nacional de Etiopía. A lo largo de la historia, en algunos países asumió un significado político de libertad y revolución. Así, en Irlanda, esta flor fue elegida como símbolo de la República surgida tras la revuelta de Pascua de 1916. Por ello, tanto allí como en Gran Bretaña, se comercializó precisamente durante ese período litúrgico y por su gran parecido con el lirio, fue llamado también “lirio de Pascua”.
Además, la cala destaca en galerías de arte de todo el mundo, tanto en fotografías como en pinturas. Son célebres los cuadros del artista mexicano Diego Rivera en las que las calas o alcatraces son el tema central. Y en la obra, menos conocida, del colombiano Jaime Olaya titulada “La Maternidad”, una madre sostiene un ramo con tres calas blancas, representando la feminidad, la fertilidad y por tanto la maternidad.