Cuando uno piensa en un desierto, instintivamente irrumpe la imagen de esas interminables extensiones de arena y dunas que se pierden en el mismo horizonte que Peter O’Toole imaginó con aquella cerilla convertida en el amanecer más famoso de Lawrence de Arabia(David Lean, 1962). Pero los estereotipos están para romperlos, y la cordillera de los Andes, en su paso por Bolivia, esconde uno de los desiertos más atípicos y espectaculares del mundo: el salar de Uyuni, convertido en sus más de 10.000 km2 de extensión en el desierto de sal más grande del planeta y del que cada año se extraen miles de toneladas de sal utilizadas para el consumo humano y la construcción de viviendas en esta zona al suroeste de Bolivia, en el departamento de Potosí.

Cuando llueve se crea un efecto mágico que refleja el cielo sobre la superficie del salar

Situado a 3.600 metros de altitud, el salar de Uyuni es también la reserva de litio más importante del mundo y uno de los atractivos turísticos más visitados de Bolivia, principalmente por la mágica estampa que la época de lluvias deja sobre la superficie del salar, cuando el agua fluye mansamente sobre las grietas del desierto, como un mar en calma, reflejando aquello que el cielo, en la plenitud del día y la intimidad de la noche, tiene por bueno mostrar a ojos de los más curiosos. Sin duda, un destino indispensable para aquellos que crucen el charco y vayan en busca de todo... de todo, menos de un desierto.

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