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¿Por qué me pongo rojo cuando hablo en público? Claves para superarlo

Enrojecer al hablar en público es habitual, hasta esperable en opinión de los psicólogos. Pero ¿qué pasa cuando es algo más que un rubor facial?

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¿Por qué me pongo rojo cuando hablo en público?
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El rubor facial no es solo cosa de tímidos. Ponerse rojo cuando toca hablar en público es algo mucho más habitual de lo que pueda parecer y en ciertas situaciones, por ejemplo, al ser objeto de un reconocimiento público o sufrir un percance social, es no solo apropiado sino esperable", asegura todo un experto en la materia, el psiquiatra Enrique Jadresic, autor del trabajo de investigación 'El sonrojo social: ¿un trastorno neuropsiquiátrico?'.

Como asegura Jadresic, el simple hecho de ruborizarse -que físicamente responde a un incremento de la afluencia de sangre a la zona facial-, no constituye una enfermedad o un trastorno si es una reacción proporcional al hecho que la provoca. Pero sí es un problema cuando se considera una reacción demasiado intensa o frecuente, si genera sufrimiento o si interfiere en el comportamiento de la persona o sus relaciones sociales. Son las versiones más severas del 'ponerse colorado' y esta vez sí tienen nombre: eritrofobia, la fobia a sonrojarse. La expectativa de ponerse rojo "actúa como una profecía autocumplida", dice el psiquiatra.

En este caso, el temor a enrojecer está asociado a una fobia social, un trastorno que podría diagnosticarse a un 7,2% de la población, según un estudio publicado por la revista 'Archives of General Psychiatry' de la Asociación Médica Americana (AMA), aunque solo interfiere en la vida cotidiana en un 2,6% de los casos. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) define la fobia social o el trastorno de ansiedad social como un temor marcado a ser el foco de atención. "Hablar en público es algo que en muchos casos intimida un poco y además es una capacidad que no suele entrenarse muy a menudo en la infancia o adolescencia y, por tanto, no es algo que salga de modo sencillo", afirma la psicóloga Miriam Cejudo Navarro, autora del estudio 'Cuando todos me miran... caso de fobia a hablar en público de origen traumático'. "Para denominarlo fobia, el miedo ha de ser realmente intenso, irracional y persistente. Puede llegar a ser verdaderamente incapacitante y limitar de forma notable la vida personal o laboral de la persona".

Según explica la psicóloga, además del rubor facial, los síntomas que suelen mostrar quienes sufren este trastorno también pueden incluir, entre otros, "respiración acelerada, sudoración, tensión corporal, sequedad bucal, taquicardia, fallos de memoria y confusión de las ideas que se querían exponer, voz tensa, temblorosa o tartamudeo".

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Algo más que ponerse colorado

En los casos severos de eritrofobia -que puede enrojecer además de la piel de la cara, la parte superior del pecho e ir acompañada de una sensación de calor-, simplemente el miedo a enrojecer basta para provocar la reacción corporal. Y en la base se encuentra un temor extremo al error o al fracaso.

"Ser el centro de atención de los demás me producía vergüenza y miedo a enrojecer. Y por supuesto, enrojecía debido a la ansiedad previa de no quererlo más que nada en el mundo", explica Alicia Ibarra en su libro 'Combate tu Eritrofobia', un manual en el que descubre sus cuatro herramientas "efectivas y probadas" para acabar con el miedo a enrojecer.

Ibarra imparte desde hace años cursos para controlar la fobia social explicando su método, el mismo que utilizó para sí misma y con el que consiguió superar un problema que le obsesionaba. "A veces, ni siquiera es que tuviera vergüenza, lo que temía en sí era el miedo al miedo, el miedo al rubor. Cuando este se producía, desencadenaba en mí una profunda reacción negativa y una ansiedad creciente, esto a su vez provocaba que no quisiese volver a ver a esas personas en muchos casos, por sentirme avergonzada y humillada, lo cual a su vez provocaba un aumento de mi ansiedad. Y en consecuencia, tanto mi rubor como mi eritrofobia iban en aumento. Y ya estaba metida en ese círculo vicioso", confiesa.

Síntomas de alarma

En este manual para controlar la eritrofobia, Ibarra explica los síntomas que ella presentaba, comunes a la mayoría de quienes padecen el trastorno. La autora los agrupa en cuatro grandes grupos:

  1. Miedo anticipatorio. Que provoca sensaciones negativas y nervios, lo cual eleva el nivel de ansiedad. "Antes de enfrentarme a cualquier Reunión Social, todo mi cuerpo se bloqueaba pensando en lo que ocurriría. Ponerme en evidencia. Solo de pensar en enfrentarme a miradas que podían rechazarme, o fueran críticas conmigo, ¡me ponía literalmente enferma!", explica.
  2. Miniataques de pánico. Cuando la ansiedad crece, se convierte en pánico, con los síntomas habituales: sudoración, aceleración del pulso, temblor de voz... y enrojecer.
  3. Miedo al miedo. "Bastaba la sensación de 'vaya, voy a ponerme roja incluso en esta situación banal', el miedo al miedo a enrojecer en sí, para desencadenar el fenómeno", recuerda. "Nuestra propia mente a veces puede ser nuestro peor enemigo".
  4. Otros síntomas. Aquí entran "todos los males que se pueden tener cuando uno se cree rechazado por los demás". Entre otros Ibarra habla de falta de autoestima, aislamiento social y la creencia en la incapacidad personal y en la falta de habilidades de comunicación.

Cómo solucionarlo

Para solucionar este trastorno, Alicia Ibarra ha creado un método con las claves básicas para atajarlo, que se centran en el control de la ansiedad, la relajación y la desconexión mental. "Se trata de relativizar y desdramatizar las consecuencias de lo que podría ocurrirte", explica. Entre otros consejos para rebajar la tensión, afirma que "una buena técnica si estás con alguien que te comenta '¡te has puesto rojo!' es responderle con la mínima expresión: '¿De veras? No me he dado cuenta, pero gracias por decírmelo', y luego cambiar el tema".

En las técnicas de relajación insisten también los psicólogos del centro psicológico Cepsim Madrid, que recomiendan trabajar con un profesional acreditado las "emociones e ideas distorsionadas", además del psicoanálisis en los casos más severos. Y, para todos, independientemente del grado de incapacidad que nos suponga ponernos rojos al hablar en público, practicar mindfulness, una técnica que ayuda a relajarnos, centrarnos en el presente y no quedarnos anclados "en los pensamientos negativos sobre nosotros mismos".





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