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¿Qué ven los bebés antes de nacer? El misterio ha sido resuelto
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¿Qué ven los bebés antes de nacer? El misterio ha sido resuelto

Podríamos imaginar que dentro del útero hay poco que ver; y que, de hecho, está bien que así sea porque un feto humano está en esos momentos tomando forma, adquiriendo unos ojos. ¿Quiere decir esto que no ve nada?

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Antes de llegar al mundo, todo nuestro mundo es el vientre materno. Podríamos imaginar que ahí dentro, en realidad, hay poco que ver; y que, de hecho, está bien que así sea porque un feto humano aún está en esos momentos tomando la forma, adquiriendo unos ojos. ¿Quiere decir esto que no ve nada? Hace algunos años, una investigación publicada en la revista Current Biology demostró que durante el tercer trimestre de embarazo los bebés ya tenían habilidades visuales mucho más avanzadas de lo que se creía. Ven, ¿pero qué ven?

Todo empieza con una visión muy borrosa: los objetos, la luz y el movimiento se entremezclan cuando asoman la cabeza a ellos. Lo hacen, además, bajo el espectro de tonos grises. Sin embargo, a los dos o tres días la criatura ya percibirá rostros y, probablemente, hasta expresiones en esos rostros. Eso sí, solo de aquello que esté a una distancia de no menos de treinta centímetros. Si el mundo se aleja más, lo seguirán viendo borroso.

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Pese a las dificultades, resulta que los recién nacidos son bastante buenos procesando caras. En 2017, investigadores de la Universidad de Lancaster en Reino Unido quisieron ampliar sus conocimientos sobre este tema y, nunca mejor dicho, vieron la luz.

Cuando se hace la luz

Para empezar, examinaron 39 fetos con una edad gestacional de entre 231 y 252 días. Para hacerlo recurrieron a procesos no invasivos que permitieran evaluar sus capacidades visuales. ¿Cómo? Encendiendo una luz a través del tejido materno.

Un bebé recién nacido necesita cincuenta veces más luz que un adulto para poder ver. Además, hasta pasado el primer mes no aparecen nuevos colores en su paleta visual

Un bebé recién nacido necesita cincuenta veces más luz que un adulto para poder ver. Por eso recurre instintivamente a las fuentes de luz más intensas (les podemos ver dirigiendo su cara hacia esa luz, hacia los tonos más llamativos), es lo que encuentra en su escenario. Asimismo, no es hasta pasado el primer mes, y sobre todo a partir del segundo cuando aparecen nuevos colores en su paleta visual. Todavía no ven imágenes, pero sí perciben la luz. Entre los tres y cuatro meses, la percepción de la luz finalmente mejora y los bebés reconocen más colores.

Con estas nociones de base, la luz que los investigadores utilizaron se componía de tres puntos de fuga, que a veces disponían de forma que representaran los puntos que equilibran (y conforman) un rostro, es decir, dos para los ojos y uno para la boca. De vez en cuando, los invertían.

Nuevos avances

Para comprobar todo movimiento de los bebés, fruto de los estímulos de su mirada, utilizaron ultrasonido 4D: si giraban la cabeza, o movían los brazos, o quizás arrugaban los ojos, podrían captarlo. Resultó así que los puntos que representaban caras llamaban más su atención.

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Según los autores, estas preferencias encontradas no solo significan nuevos avances en las nociones que se tenían: podrían significar que desarrollamos esta preferencia incluso antes de nacer, o lo que es lo mismo, que podría ser una característica innata. Aunque sutil, indican, esta atracción por la configuración del rostro marcaría una gran diferencia en lo que entendemos sobre el desarrollo de la vista. En 2019, otro equipo de investigadores halló desde la Universidad de California, Berkeley, que en el ojo en desarrollo, quizás el 3% de las células ganglionares (las células de la retina que envían mensajes al cerebro a través del nervio óptico) son sensibles a la luz.

Hasta la fecha, los investigadores han encontrado alrededor de seis subtipos diferentes que se comunican con varios lugares en el cerebro. Algunos hablan con el núcleo supraquiasmático para sintonizar nuestro reloj interno con el ciclo día-noche. Otros envían señales al área que hace que nuestras pupilas se contraigan con luz brillante. Gracias a estos avances, ahora sabemos además que el feto interactúa activamente con la información visual en su entorno prenatal: efectivamente, mueven la cabeza para seguir los estímulos. El próximo paso, señalan, es investigar si pueden o no distinguir entre cantidades o números.

Antes de llegar al mundo, todo nuestro mundo es el vientre materno. Podríamos imaginar que ahí dentro, en realidad, hay poco que ver; y que, de hecho, está bien que así sea porque un feto humano aún está en esos momentos tomando la forma, adquiriendo unos ojos. ¿Quiere decir esto que no ve nada? Hace algunos años, una investigación publicada en la revista Current Biology demostró que durante el tercer trimestre de embarazo los bebés ya tenían habilidades visuales mucho más avanzadas de lo que se creía. Ven, ¿pero qué ven?

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