La carne de pollo

Es económica, sana y muy interesante por su aporte nutricional, rica en proteínas y baja en grasas. Es muy fácil de digerir, ideal para los niños y adultos mayores. Además, su versatilidad permite cocinarla de múltiples formas, siempre con gran éxito. Veamos sus propiedades y cómo mantenerla fresca o congelada.

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A diferencia de otras carnes, la de pollo posee muy poca grasa intramuscular, en su mayor parte localizada debajo de la piel. Su composición puede variar dependiendo de factores alimentarios y ambientales, pero en general podemos decir que contiene el mismo porcentaje de proteínas que la carne de ternera. Además de ser saludable, el pollo es altamente nutritivo: una porción de 100 g de pechuga sin piel contiene apenas 112 kcal. y 23 g de proteínas, con lo que se satisface el 46 % de las necesidades diarias.

El menor contenido en grasas corresponde a las pechugas (sin piel), con menos del 3 % en peso, mientras que en las patas la cantidad es una vez y media, en las alas el doble, en los muslos el triple, y en el hígado y el riñón llega a quintuplicar el contenido en grasas.

Respecto al colesterol, también el menor contenido corresponde a la pechuga, seguido del muslo, pudiendo alcanzar el hígado hasta 9 veces más contenido de colesterol que la pechuga.

Destaca mucho su contenido en ácido fólico y vitamina B3, perfectos para el buen funcionamiento del cerebro. Además, presenta elevadas cantidades de hierro, zinc, fósforo y potasio, minerales esenciales para cualquier persona y especialmente para los amantes de la actividad física, lo que la convierte en una fuente ideal de energía para los deportistas.

La carne roja no tiene más proteínas que el pollo, aunque mucha gente crea lo contrario. Sus aportes proteicos son similares. El pollo aporta menos grasas que la carne vacuna, pero contiene casi la misma proporción de hierro, zinc y vitaminas del grupo B. La parte más magra del pollo es la pechuga, pero siempre se recomienda consumir todos los cortes sin piel, ya que esta aporta 90 calorías de más.

Algunos consejos

- Al llegar a casa, el pollo no se conservará en la heladera más de dos días. Nada más venir del mercado, lo mejor es retirar el plástico y ponerle papel de aluminio para que aguante más horas fresco y conserve su aroma.

- Cocinado, podemos conservarlo en la heladera hasta cuatro días. Si no se va a cocinar al comprarlo, lo mejor es congelar la carne.

- Descongele el pollo congelado en la heladera, sobre una rejilla dentro de una bandeja que reciba los jugos que desprenda. Colóquelo en el estante más bajo, lejos de otros alimentos. El pollo demorará unas 24 horas para descongelarse.

- Otra opción es descongelarlo en el microondas, utilizando la función especial para descongelar, de acuerdo al peso del ave, y siguiendo las instrucciones del fabricante.

- No descongele el pollo a temperatura ambiente ni en agua. No vuelva a congelarlo. Cocínelo dentro de las 24 horas de haberlo descongelado.

- Después de descongelarlo, enjuáguelo bien en agua fría y déjelo escurrir.

- Una vez descongelado, cocínelo de inmediato.

- Cocine por completo el pollo; no lo cocine parcialmente un día y termine de cocinarlo al día siguiente.

- Después de cocinarlo, retire la carne de los huesos y guarde el pollo que sobre en un recipiente con tapa en la heladera. Úselo en 2 días como máximo.

Todo se aprovecha

El cuello sin piel se utiliza para hacer caldos. La carcasa del pollo, (que son los huesos, costillas y columna), también para caldos. Los cuartos delanteros son las pechugas y las alitas. Podemos sacar las medias pechugas, también llamadas supremas, y destinarlas para hacer bifecitos, trocearlas o picarlas. Las alitas separadas se pueden freír o usar en arroces, asadas, y otras recetas. De los cuartos traseros obtenemos los muslos y contramuslos. Se utilizan para asar, freír, salteados, en arroces, etcétera.

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