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Tenemos que aprender a valorar el aburrimiento.

Tenemos que aprender a valorar el aburrimiento.

Aburrirse, teniendo la edad que sea, es visto como algo negativo Pero, ¿Por qué no profundizamos más? Vayamos a eso.

“Estoy aburrido” es una frase que los de menos edad más repiten, casi siempre. Éstas palabras tienen una famosa connotación negativa. Incluso ha ido más allá, ya que adolescentes y adultos la repiten cuando sus responsabilidades están cumplidas y, en la inmediatez, no hay nada que hacer. Pero ahora desarmemos la palabra “aburrimiento” y pensemos: ¿Es algo tan malo como se lo pinta?

Según la psicología y la pedagogía moderna, no lo es. Señalan que a veces es necesario aburrirse. Por ejemplo, en la cuarentena inicial por el coronavirus, se puso en jaque algo. No siempre debemos estar apurados/as y corriendo fuera de casa y eso provoca el otro extremo: El aburrimiento absoluto. Ante esto, el pedagogo español Alberto Sánchez Rojo propone que el aburrimiento sea una competencia educativa más. Claro, ¿Quién puede aburrirse en un mundo hiperconectado?. Ahora bien, ese aburrimiento nos da algo sensacional, una postura crítica del mundo que nos rodea. Esa comprensión la podemos adquirir solamente desde la capacidad que tengamos de alejarnos de la hiperconectividad.

Un filósofo llamado Santiago Alba Rico, también español, regala una frase espectacular para que reflexionemos: “Hay dos formas de impedir pensar a un ser humano. Una es obligarlo a trabajar sin descanso. La otra, obligarlo a divertirse sin parar. Hace falta estar muy aburrido para pensar“. ¡Qué acertado! Acaso las decisiones más profundas que tomamos en nuestras vidas, ¿No las tomamos desde el aburrimiento? Desde la quietud, el despegue, el silencio. Para pensarlo…

Jorge Luis Borges utiliza un personaje llamado “Funes”. El escritor se preguntaba, ¿Cómo sería nuestras vidas si recordásemos todo? ¿Si tuviésemos una memoria infinita? Funes muere en una habitación oscura, bombardeado por los datos que llenaban su cabeza. ¿Acaso los Whatsapps, las redes sociales, los “Me gusta”, etc, no bombardean nuestras cabezas? La hiperconectividad no implica estar moviéndose siempre, si no también estar pendientes de algo que puede llegar, como también no.

Ante esto, pareciera que caemos en una posición antitecnología, y claro que no. Ella es útil en la delegación de tareas, recordándonos compromisos, buscar interrogantes, etc. Pero no debería, ni puede, quitarnos la capacidad del asombro. Ante un atardecer, una nube linda, un árbol con colores fantásticos y mucho más. Esa esencia humana es la que nos lleva a tomar decisiones. La tranquilidad, la paz. ¿No es eso la felicidad?. “Estoy a full, no paro un segundo“, y si esa frase es literal, yo me pregunto: Esa persona cuando se acuesta a dormir, ¿En qué piensa? ¿En más responsabilidades? ¿Más datos? Como Funes…

El ser humano para tener pensamientos elevados no debe perderse ni un solo detalle de su alrededor. Los mejores pasajes de la vida llegan, en su mayoría, sin previo aviso o preparación. Esos momentos plenos de haber tomado una decisión que nos marca, de haber sido conscientes de la rapidez en la que vivimos y ahí, justo ahí, es donde frenamos. Donde nos elegimos. Donde creemos que ese “parate” no pude hacer bien y nos aleja de ese mundo que vive para mostrarse siempre bien. El famoso “Acá no pasa nada”. No hay que apresurarse. Si respondiésemos rápido o actuáramos rápido, sin pensar, nos llevaría a un estilo de vida poco fructífero.

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