¿Por qué amar a Dios?

Si bien amar a Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente es un mandato, según las escrituras (Mateo 22:37; Marcos 12:30; Lucas 10:27), en esta pequeña nota no vamos a responder la pregunta del titular haciendo doctrina. No es que la doctrina no sea relevante —todo lo contrario—, pero quiero abordar el tema desde una posición más personal. Y es que te pueden ordenar hacer muchas cosas, pero sobre los sentimientos normalmente no gobernamos. Ellos se desprenden por movimiento propio, como si tuvieran una vida aparte.

La Biblia te puede decir en muchas de sus páginas que ames a Dios. Te lo recuerda, te refuerza la idea. Te lo manda hacer. Te lo puede repetir todo lo que quieras; y tú mismo intentarás convencerte del mensaje: debo amar a Dios sobre todas las cosas, debo amar a Dios con todo mi corazón, con todo mi ser y con toda mi mente. Puedes repetir estas frases como un mantra pero de nada servirá si, en efecto, tus sentimientos no se alinean con las palabras.

El amor por Dios no puede imponerse con vara de hierro ni con mano fuerte, sino que debe surgir naturalmente.

Desde muy chicos te dicen que hay que amar a Dios. De hecho es uno de los mandamientos que el mismo Dios le dio a Moisés (el más importante de todos). Pero por más que te lo dijeran, sinceramente no ocurría así. Amabas más a tus padres, a tus hermanos, a tus amigos, incluso a tu perrito faldero. Y si no llegas a conocer al Señor, realmente será imposible que lo ames. No se puede amar lo que no se conoce.

Ni siquiera al momento mismo de tu conversión a Cristo ya lo amas como por acto de magia. Es cuando te internas en las páginas de las escrituras y empiezas a saber de Él, cuando algo crece en tu interior: un sentimiento que aflora primero como una pequeña semilla y que va aumentando cada vez más, hasta convertirse en un tremendo fruto. De pronto te das cuenta de que ya no hace falta que te ordenen amar a Dios: ya tienes dentro de ti un gran amor genuino por Él.

¿Cómo así sucede esto?

Es un proceso perfectamente compatible o comparable con el enamoramiento. A medida que conoces más a la persona que ha despertado tu interés, más sientes amor por ella. La clave, pues, es conocer a Dios. Es dejar de pensarlo como un Ser abstracto que habita en el cielo como un mero observador de lo que sucede aquí en la tierra. No es un viejito con barbas blancas, malgeniado, que únicamente está sentado en su trono anotando todos tus pecados. Tampoco es una entidad infinita, fría y desapegada de su creación.

Al bucear en las escrituras te percatas de un hecho clave en el proceso de amar a Dios: Él te amó primero. Y te amó con amor sobrenatural, fuera de la comprensión humana. Te amó tanto, que dio a su hijo unigénito (Jesús) para que no te pierdas, sino para que tengas vida eterna (Juan 3:16).

Más aún: ver todo lo que padeció Jesús para pagar tus pecados y los míos y cargar con nuestras culpas no puede menos que conmovernos en grado sumo. El gran amor de Dios por nosotros es el primer gran motor que nos mueve a corresponderle.

Pero no nos quedamos en su sacrificio vicario de hace dos mil años como única razón para amarlo. Como dicen las escrituras, Dios es fiel y verdadero (Apocalipsis 19:11). Es decir, nos sigue amando con amor incomprensible, a pesar de que nosotros no le somos fieles: cada vez que pecamos le agregamos una espina a la corona que pendía sobre su cabeza. Él nos ama más de lo que podemos comprender.

Amamos a Dios porque ha perdonado nuestros pecados. Porque nos ha salvado de las llamas del infierno. Porque nos sigue bendiciendo, aún en los momentos de angustia, y porque nos ha prometido que todo ayuda para bien a quienes lo amamos. Incluso lo malo que nos pasa es provisión para un propósito ulterior y mayor que el Señor tiene para sus hijos.

Pero no solo es todo esto que estamos escribiendo. Yo amo a mi Dios —además— porque Él representa todo lo que está bien. En su persona y en sus atributos se concentra lo que es idóneo, perfecto, puro, santo, verdadero, luminoso. En contraparte, se opone a la maldad imperante, a la perversidad, a la depravación, a lo oscuro que habita en las almas de los pecadores no arrepentidos. El Señor es nuestra tabla de salvación, nuestra única esperanza de encontrar lo que es bueno en medio del lodazal putrefacto formado por la conducta impía de los injustos. Sus brazos son la expresión perfecta del calor que sana y consuela. Cuando la vida nos aprieta con todo su peso, no hay nada mejor que correr y hundirnos en sus brazos amorosos. Pero también, estando en paz y bendecidos, no tenemos más que amor y gratitud por las bendiciones que nos concede.

El amor por Dios nos mueve a alabarlo, a cantarle con emoción, a sentir cómo se mueven nuestros sentimientos en nuestro interior. Más que un mandamiento, el amor por Dios pasa a ser nuestra pequeña respuesta a su gran amor por nosotros; una respuesta tal vez modesta pero sincera. Podemos decir, sin temor alguno, que amamos a Dios por sobre todo. Y es que el Señor es nuestro todo. Él llena nuestras vidas que, de otra manera, serían como un barco perdido en el mar nocturno y sin un faro que lo guíe a buen puerto.

Amo al Señor, mi Dios, y quiero estar con Él en la eternidad. No me veo en el lado de los que tienen el corazón endurecido y perverso. No quiero saber nada con la maldad, con la arrogancia, con la soberbia, con los que dañan y matan, con los que discriminan y abusan, los que roban y maldicen. Solo quiero seguir a Jesús por el resto de mi vida, pues Él es el camino, la verdad y la vida. Amén.

4 respuestas a “¿Por qué amar a Dios?”

  1. Amar a Dios por sobre todas las cosas es el primer mandamiento para aquellos que tienen FE y en Dios creen. Ello si bien está en la ley del Señor para los seres humanos en general, ya que todos somos creación suya, considero que es una cuestión natural que nace en el corazón de toda persona que conoce su inmenso amor, más allá del credo que profese, e incluso, nace en personas que no encuentran una explicación racional a ello, por cuanto se consideran a sí mismos agnósticos, o incapaces de concebir la existencia de Dios, pero que llegado un momento determinado en sus vidas, se dan cuenta de su presencia. En otras palabras, no todos podrían decir que descubren a Dios a través de la sagrada escritura, lo cual ha ocurrido desde tiempos inmemorables, podríamos recordar por ejemplo, la propia respuesta de Jesús cuando dijo a su discípulo: «Bendito seas Simón, hijo de Jonás porque esto no te lo reveló nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el Cielo». Una verdadera maravilla. Así, en la vida de la gente común y corriente suelen ocurrir experiencias diversas que los acercan a Dios, así también a otros, los alejan lo cual es lamentable, pero también ocurre, denotando la fragilidad de su FE. En el mundo actual que vivimos, las personas buscan y necesitan realmente un soporte espiritual muy fuerte para poder sobrellevar las penurias a las que estamos expuestos todos, tanto en la vida familiar, como en el entorno académico, laboral y social, en su más amplia expresión. Muchas veces somos presa de la injusticia, del rencor, la mentira, violencia social, discriminación, drogadicción, alcoholismo, enfermedades, pandemias y tantas cosas negativas que se presentan en el mundo, que alguien podría llegar a preguntarse si fue creado para vivir todo esto, ¿Porqué tendría que amar a Dios? Pues porque a pesar de todo esto, Dios nos ama y nos ha destinado a alcanzar la salvación para la vida eterna a su lado, en su reino. De manera que hay siempre esperanza de un mundo mejor, mucho mejor de todo lo que conocemos en este mundo material, donde viviremos en paz y con total comunión en el amor de Dios. Ello debe motivarnos cada día, a dejar un poco más atrás nuestro materialismo y apego a las costumbres del hombre viejo, a saber perdonar, a maravillarnos de verdad con la creación del Señor y sobre todo, a ser capaces de ver su propia presencia en el prójimo, a saber entender sus manifestaciones y a cumplir el mandato más importante que nos dio Jesús: «Ama a tu prójimo como a tí mismo». Seamos entonces coherentes, menos teóricos y tengamos presente, que al llegar al encuentro con Dios, NO nos va a preguntar nada de la Biblia, simplemente verá a través nuestro sabiendo de antemano si somos o no, de su pueblo.

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    • No amigo, como dice la nota no se puede amar lo que no se conoce y a Dios se le conoce leyendo las escrituraas pues allí está plasmado todo lo que EL es y ha hecho por nosortos los pecadores. Sino conoces la biblia no conoces a Dios y no puedes amarlo. Puedes descubrir que Dios existe fuera de la biblia pero solo llegas a conocerlo en la biblia pues ahi te enteras de su sacrificio y de su gran amor por el hombre. Dios no nos va a preguntar nada de la biblia pero necesitamos la biblia para conocer y amar a Dios, de otro modo podemos pensar que amamos a Dios, pero sino es el Dios de la biblia puedes estar amando a cualquier otro dios inventado por el hombre. Gloria al señor nuestro Dios único y verdadero!!!

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      • La Santa Biblia es menester conocer y recoger sus enseñanzas y sobre todo aplicarlas en nuestras vidas, ya que si amamos a Dios y nos llamamos seguidores de Jesucristo deberíamos por tanto pract9car el mandamiento más importante que él mismo nos dio o no? Sin embargo, muchos buscan la erudicción en materia bíblica pero guardan rencor y hasta señalan a los demás que no piensan exactamente como ellos… Es eso cristiano? O es más bien totalmente hipócrita? Nadie puede situarse encima de los demás y pretender dar lecciones de lo que no ha hecho carne en su vida. Saludos y buenas vibras

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    • Con todo respeto la biblia es la palabra de Dios. En ella está la Verdad. Si te consideras Cristiano y no le das importancia suficiente a la biblia es como ser futbolista y jugar sin balón o ser boxeador y entrenar sin un saco de arena. Tampoco estoy de acuerdo con que los que nos guiamos por la biblia nos creemos superiores a los demás, es todo lo contrario porque Dios aborrece a los soberbios y exalta a los humildes pero eso no quita que no corrijamos o hagamos ver a otros que no están entendiendo bien el mensaje de las escrituras. No se trata de criticar a los demás porque nos creemos superiores sino porque queremos que conozcan a Jesucristo, Rey de Reyes y Señor de Señores.
      Como dice 2 Timoteo 3:16, “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia”. Es diferente a señalar a los que no “piensan” como uno como dices, es usar las escrituras para ayudar a los que no conocen a Cristo para que lo conozcan y lo acepten como su Señor y Salvador. Mucho menos somos hipocritas como dices. No te conozco pero siento que tienes un poco de amargura en el corazón. No estamos para señalar o criticar si no para ayudar. Que nuestro Señor Jesucristo te ilumine y te de paz. Dios te ama amigo. “Porque de tal manera amó Dios al mundo que dio a su hijo unigénito para que todo aquel que en EL cree no se pierda más tenga vida eterna” (Juan 3:16) . Oraré por ti amigo, Dios te bendiga!!

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