El riesgo de la irrelevancia

Jorge Peralta
4 min readApr 20, 2020

Hace algunos años leí un libro muy interesante, se llamaba Roba como un artista de Autin Kleon. En el nos planteaba de una forma simpática que los creadores son gente con talentos comunes que se atreve a tomar lo mejor de lo que conoce para transformarlo. Este libro me llevó a cambiar algunos de mis paradigmas respecto a la creatividad y a la generación de ideas; la idea central es que las nuevas ideas son en muchos casos, una mezcla de ideas previas aprendidas de otros.

De entrada, parece algo obvio, pero en la práctica no lo es tanto, aprender de los otros es posible si tenemos esa disposición y apertura; sólo aprende el que quiere aprender. Cuando no existe esa humildad para aprender de otros, cuando se piensa que se tiene tanta experiencia, cuando te crees experto en algo, es cuando menos apertura y disposición tienes para aprender. Hoy lo más difícil no es adquirir conocimiento sino sabiduría.

Sin la humildad personal no es nada fácil aprender, y ni que se diga de la humildad colectiva; y cuando una organización vive en una situación de éxito, es más difícil aprender de otros, porque la humildad colectiva sufre por su ausencia. Algo así como los equipos piensan que se puede ganar un partido sin jugarlo, sólo por la historia de la camiseta. El éxito es un mal aliado.

El éxito se siente más cómodo con la experiencia, con repetir lo que nos ha funcionado; cuando existe la conciencia del éxito, se tiende a cuestionar poco, es más probable que se busque repetir lo que nos ha llevado al éxito, con frecuencia el énfasis esta en sistematizar lo que nos ha funcionado bien.

Al crecer se va formando cierta burocracia, que se va alimentando con aquellos que van llegando con el paso del tiempo y que cosechan el éxito que han construido sus predecesores. Se va formando una especie de cultura, donde el éxito es algo que se dan por hecho, como si siempre se hubiera sido grandes y exitosos, se pierde de vista que el éxito se mantiene y que obliga cambiar según va evolucionando el cliente y sus preferencias.

La crisis que ahora vivimos nos invita a darnos cuenta lo frágiles que somos las personas y nuestras organizaciones; estamos ante un momento en la historia en la que hemos apagado el motor de la economía cuyos efectos comenzamos rápidamente a sufrir. En la mayor parte de nuestros casos nuestras ventas han caído y muchos clientes repiensan todo, prescindiendo de lo irrelevante. Muy probablemente las circunstancias nos están obligando a cambiar nuestra propuesta, nadie estará conforme con detener la facturación y seguir con toda la carga de gastos encima, no hay empresa que lo aguante por mucho tiempo, por buena y rica que sea.

Descubrirse irrelevante es algo difícil, que golpea la soberbia individual y colectiva, que nos obliga a repensar nuestras propuestas de valor, a ir a lo esencial, a volver a las bases, a cuestionarnos si todo lo que hemos construido verdaderamente agrega valor o si nos hemos sumergido en las actividades irrelevantes, en aquellas que impulsan la burocracia perdiendo de vista al cliente. Volver al cliente, a ese que en ocasiones no habíamos olvidado, aquel de quien depende el ingreso de todos los que colaboran en una organización, y es un buen momento para recordar que todos nos debemos al cliente.

Tal vez esto nos debería llevar a aprender de nosotros mismos, no solamente de lo que nos ha funcionado bien para repetirlo, sino para entender cuál es la razón de fondo por la que los clientes nos han elegido, descubrir o entender con mayor profundidad esa ventaja competitiva que es la razón de fondo, la causa de que los clientes nos prefieran sobre otras opciones. Si no logramos entender las causas profundas de la decisión de nuestros clientes no lograremos entender cuáles son esas ventajas competitivas que nos han hecho exitosos en el pasado y adecuarlas a las nuevas circunstancias. Clarificar ese valor que nuestra propuesta ofrece y validar si sigue siendo vigente o no, o si debemos hacer otros ajustes más fuertes es tal vez lo más importante en este momento.

No podemos sentarnos a esperar que las cosas regresen sólo para recomenzar donde nos quedamos, muchas cosas van a cambiar, algunas de ellas regresarán a la normalidad, pero otras no. Sectores como el inmobiliario, el ocio y entretenimiento, la educación, el turismo y muchos otros más, no volverán a ser los mismos; la clave estará en descubrir esa nueva normalidad. Tenemos que descubrir nuevamente esos dolores que tienen los clientes y que somos capaces de cubrir, en algunos casos adelantarnos para entender la realidad y lograr codificar esas nuevas necesidades que incluso los mismos clientes no son capaces de expresar. No cometamos el error de cambiar todo para que todo siga igual.

Debemos huir de las modas, ahora que todo pretende hacerse por videoconferencia y que la transformación digital les corre prisa, por ahí se piensa que lo más importante es adquirir tecnología vía software y hardware; sin embargo, se pierde de vista que lo más importante es la estrategia que esta detrás. La irrelevancia no puede superarse con la virtualidad, lo único que provocará es una virtualidad irrelevante.

Los líderes de cualquier organización deberán preocuparse por volverse relevantes para sus clientes, relevantes para sus empleados, relevantes para su comunidad y eso no lo hace la tecnología, lo hace la estrategia; la tecnología sólo nos ayudará a hacerlo más fácil, más barato, más eficaz. Entendamos de una vez por todas que la irrelevancia es el cáncer de cualquier organización, convertirse en commodity, en algo barato.

Aprendamos de esta crisis, aprendamos de las organizaciones que están cayendo en la irrelevancia, aprendamos de aquellas que aún después de la crisis se volverán irrelevantes, porque la soberbia, individual y colectiva no les permitirá cambiar, no les permitirá renovarse, nacer de nuevo.

Jorge Peralta

@japeraltag

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Jorge Peralta

Ayudo a empresas a crecer y transformarse mientras operan su modelo de negocio actual Intrapreneurship&Corporate Innovation Expert / CEO Idearia Lab