El gran libro de los dragones

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V aleria Dávila

Federico Combi



Valeria Dávila

Ilustrado por

Federico Combi


Beowulf

y el tesoro del dragón

Los ojos cansados de Beowulf apenas pudieron reconocer la entrada de la cueva. Todo era oscuridad. Once guerreros habían partido junto a él, decididos a acabar con el dragón. Meses atrás, un joven del reino había robado una copa de oro de su magnífico tesoro y, desde ese día, la bestia no perdonaba. Atacaba a su pueblo sin piedad y dejaba a su paso destrucción. Muchos habían querido matarlo, pero el dragón era sorpresivo, feroz y rápido como la luz. Por eso Beowulf, el anciano rey de los gautas, el que había vencido a monstruos espantosos, decidió entrar con paso sigiloso a la cueva. De los once guerreros vikingos, solo su sobrino Wiglaf permanecía junto a él. Al correr la roca de la entrada, una luz los encegueció. La montaña de oro y piedras preciosas resplandecía como el sol. Era el tesoro más magnífico que pudiera imaginarse. A su lado, dormido, un inmenso dragón lo custodiaba, rojo como el fuego y como la sangre. Beowulf sacó su espada para enfrentarlo, pero el dragón despertó y fue más veloz. Con la hoja de acero aún en el aire, el rey pudo ver cómo su contrincante, erguido, abría la boca. Wiglaf se acercó y juntos lo atacaron, pero todo se tornó fuego y dolor en un instante. Las espadas quedaron clavadas en la garganta del dragón, que cerró sus ojos. Con voz temblorosa, Beowulf encomendó a su sobrino la protección del reino y le entregó su anillo y su yelmo. Solo entonces descansó. Al amanecer, Wiglaf salió de la cueva. En su mano, el anillo del rey brillaba más que todos los tesoros del dragón.

Beowulf y el dragón Leyenda de Dinamarca

La historia de Beowulf está narrada en un poema escrito en inglés antiguo, que se cree que data de los siglos V o VI d.C. Beowulf, rey de los gautas (pueblo que vivía en la actual Dinamarca), se había enfrentado en su juventud con Grendel, un ogro monstruoso al que venció sin usar

armas. Más tarde debió luchar y aniquilar a la feroz madre del monstruo. Al morir Beowulf, su sobrino Wiglaf arrojó el cuerpo del dragón por el acantilado. Y depositó el increíble tesoro en un montículo, junto a la tumba de su tío.

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El dragoncito de Monte Pilatos

El hombre abrió los ojos. El sol del mediodía terminó de despabilarlo. No recordaba por qué estaba tirado allí, sobre la hierba. Se sentó y miró a su alrededor. El cielo era muy azul y, a lo lejos, las nubes bailaban en la cima del Monte Pilatos. Sabía que se llamaba Jeremy Stempflin y que aquella era su granja, pero nada más. Al tratar de levantarse descubrió la piedra junto a él, verde y tan brillante como el mismo sol. La tomó en sus manos y la sintió tibia. Recién entonces, recordó. Al amanecer había escuchado un sonido profundo. Abrió la puerta de su posada y le bastó con ver la sombra que se acercaba para saber que se trataba de un dragón. Era dorado, pequeño, y movía sus alas membranosas tan rápido que agitaba el aire a su paso. La mirada de ese ser fabuloso se fijó en el hombre por unos instantes y los ojos muy verdes del dragón se detuvieron en los suyos. Pero en pocos segundos la fantástica criatura se alejó volando hacia la cima del monte, a tanta velocidad, que Stempflin cerró los ojos. No quiso ver cuando se estrellaba contra las rocas; solo escuchó el cielo temblar y un grito potente y doloroso. Después, todo fue oscuridad. Nunca encontró rastros del dragón en la montaña, como si se hubiera esfumado al chocar. O se hubiera transformado es esa piedra verde, brillante como los ojos del pequeño dragón que, tal vez, algo habían querido decirle.

Stempflin y el dragoncito del Monte Pilatos Leyenda de Suiza (1421)

Se dice que, en 1421, un granjero de apellido Stempflin presenció cómo un pequeño dragón se estrellaba contra la cima del Monte Pilatos, cerca de la ciudad de Lucerna. El granjero se desmayó de la impresión, y al volver en sí encontró una piedra verde de dragón, con propiedades

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curativas. Según fue certificado oficialmente en 1509, la piedra mágica podía curar toda clase de pestes, envenenamientos, diarreas y hemorragias. Muchos pueblos de Europa medieval creían en la existencia de piedras mágicas de dragón.



Anatomía del dragón

occidental

Escamas duras como el metal o la roca

Cuernos

Poderosos y astutos Los dragones de Occidente son seres poderosos, astutos y generalmente crueles. Avaros y codiciosos por naturaleza, suelen vivir en cuevas húmedas o grutas en la montaña, donde cuidan sus fantásticos tesoros. Rojos, verdes, azules o negros, enormes y voraces, custodian torres con princesas y atacan sin piedad.

Aliento a fuego Múltiples colmillos

Cuerpo de gran serpiente o reptil

Cuatro patas gruesas y fuertes, con garras Cola grande y poderosa, con espinas

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Alas membranosas

Vientre prominente


Sabías ¿ Los poderes mágicos de la carne de dragón Se creía que muchas partes del cuerpo del dragón tenían poderes mágicos y curativos: bañarse en su sangre aún tibia concedía la inmortalidad y beberla permitía entender el idioma de las aves. Asimismo, se pensaba que el corazón otorgaba fuerza y valentía sin límites y la lengua aportaba elocuencia. El hígado, las pezuñas y los huesos molidos se comercializaban para la cura de diversas enfermedades. Por último, sus escamas se utilizaban para fabricar escudos resistentes al fuego y los nervios y tendones eran ideales para fabricar varitas mágicas.

Los dragones chinos y el número nueve En China, el nueve es el número de la suerte, por lo que el dragón chino se relaciona fuertemente con este número. Se lo representa con atributos de nueve animales, además de tener 117 escamas: 81 masculinas (9 x 9) y 36 femeninas (9 x 4). Como es también el número que corresponde al emperador, solo los altos oficiales podían tener nueve dragones en sus togas, mientras que los de menor rango no podían tener más de ocho. Se dice que el rey dragón tuvo nueve hijos con diferentes animales, lo cual dio origen a los nueve dragones chinos.

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que...? Los dragones en los mapas antiguos Hic sunt dracones (“Aquí hay dragones”, en latín) es una frase que se utilizaba en los mapas antiguos para referirse a territorios que aún no habían sido explorados o que podían ser peligrosos. Era muy común que en los mapas y globos medievales se representaran dragones, monstruos marinos y otras criaturas mitológicas en la costa de Asia o en los territorios lejanos, a los que llamaban Finis Terrae. En esas imágenes, el planeta era ilustrado como un plato gigante, debajo del cual un enorme y terrorífico dragón esperaba que los navegantes cayeran para devorarlos.

La perla del dragón Es común representar al dragón chino sosteniendo una perla brillante, que simboliza la energía espiritual, la inmortalidad y la sabiduría. Se creía que si el dragón perdía la perla, perdía sus poderes, por lo que la colocaba cerca de sus dientes, la sostenía con sus garras y la protegía con su vida. En la Antigua China se decía que las perlas negras se formaban dentro de la cabeza de los dragones, por lo que era necesario matar al dragón para extraérselas; por eso eran muy escasas y valiosas.


Poderes sobrenaturales Con variantes según la cultura y la época, a los dragones se les ha atribuido una infinidad de poderes sobrenaturales; por ejemplo, el poder de comunicarse entre ellos sin hablar, a través de la telepatía; la posibilidad de cambiar de forma y de tamaño para transformarse en un gusano de seda o en seres grandes como todo el universo; lanzar llamaradas, escupir veneno o hervir el agua de los mares y resecar la vegetación con su aliento tóxico. También, generar tormentas y tornados, hacer que salga el sol y traer la dicha o la desventura, solo con el movimiento de sus alas.

El vuelo del dragón Los dragones de Oriente no poseían alas, pero volaban por el poder de la magia. Los dragones occidentales, en cambio, eran representados con fuertes alas membranosas similares a las de los murciélagos; sin embargo, por su gran tamaño, el vuelo era posible no solo por las alas, sino también por sus huesos huecos y extremadamente livianos, mientras que la cola les otorgaba estabilidad. Además, se creía que en el intestino tenían unas bacterias que producían hidrógeno, un gas muy volátil que se repartía por todo el cuerpo, especialmente por la vejiga y el estómago, y los ayudaba a elevarse.

Cazadores de dragones Matar a un dragón era la acción más heroica a la que se podía aspirar. Hubo “matadragones” en todas las épocas, pero proliferaron en la Europa Medieval. Hay innumerables leyendas sobre príncipes, guerreros, santos, obispos y también mujeres, como Santa Margarita de Antioquía, que se enfrentaron a dragones para proteger poblados o salvar a princesas. Las armas utilizadas incluían espadas, ballestas, sables, manguales, arcos y flechas, dagas, antorchas, cuernos de guerra, mazas y martillos, además de talismanes o amuletos. Como prueba, los “matadragones” debían llevar el corazón tibio del dragón, la lengua o la cabeza. En Furth im Wald, una ciudad alemana, aún se celebra anualmente la tradicional “Fiesta de los Matadragones”.

El huevo de dragón Los dragones eran seres ovíparos, es decir que se creía que nacían de un huevo. Más grandes que los de avestruz, los huevos de dragón se caracterizaban por la textura escamosa de su cáscara y en general se encontraban de a un solo ejemplar, en cuevas o nidos muy retirados. Se decía que tardaban 3.000 años en eclosionar y, llegado el momento, por un orificio de la cáscara salía una pequeña serpiente que en minutos se convertía en dragón. Los druidas o sacerdotes celtas debían poseer uno, como objeto sagrado. Similares a una piedra pero capaces de flotar a contracorriente en los cursos de agua, los pintaban de color escarlata y con ellos podían controlar a los dragones.

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Los autores Valeria Dávila Desde chica, me gusta mucho leer historias. Grandes, chiquitas, redondas, juguetonas y saltarinas. En cuarto grado escribí una composición, y a mi seño le gustó tanto que se la leyó a la directora, a mis compañeros y a un perrito salchicha que pasaba. Desde ese día, las historias me revolotean adentro. Y las escribo, para que vuelen libres.

Federico Combi Soy ilustrador y artista plástico y vivo en Buenos Aires. De niño pasaba muchas horas dibujando personajes imaginarios y dinosaurios. Ilustré más de doscientos libros y fascículos para chicos. Me encanta dibujar y pintar con óleos, investigar nuevos estilos y encontrar otras formas de dibujo para sorprender a los lectores. Cuando no estoy dibujando, me pueden encontrar leyendo libros de poesía de Vicente Huidobro, visitando diferentes librerías o viajando.


Índice 3 4 6 8 10 12 14 16 18 20 22 24 26 28 30 32 34 36

Introducción El Piasa, dragón-pájaro devorador Beowulf y el tesoro del dragón El dragoncito de Monte Pilatos El hombre que se convirtió en dragón Ladón y las manzanas de oro San Jorge y el dragón El dragón y el secreto del desierto El dragón y la batalla final Gilgamesh y el dragón del bosque Marduk, el matador de dragones Tianlong y el pintor de dragones Los cuatro dragones El dragón que se robó las aguas El dragón de los mares Anatomía del dragón occidental Anatomía del dragón oriental ¿Sabías que...?


Los dragones han sido grandes protagonistas en las diferentes culturas de todo el mundo. Desde las lejanas tierras de Oriente y Occidente, a través del tiempo, sus historias llegan hoy hasta nosotros. Custodios de tesoros magníficos, aliados o enemigos de los dioses, temidos por hombres y mujeres. Te invitamos a recorrer estas páginas junto a criaturas imponentes y maravillosas.

Incluye el audiolibro

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