El Coliseo: La Maravilla Italiana

En el corazón de Italia, en la ciudad de Roma, se levanta una obra emblemática del poder y la grandeza, una proeza de ingeniería que todavía es referente de perfección, uno de los recintos monumentales que más ha fascinado al hombre, uno de los mayores testimonios tangibles de un periodo fundamental: el del esplendor del Imperio Romano. Nos estamos refiriendo a un enorme palacio para el público, un anfiteatro donde los juegos, concursos y rituales se habían convertido en las asambleas públicas más importantes de la Península Itálica. Es el Coliseo, una de las Siete Maravillas del Mundo Moderno.

La colosal construcción, encargada por mandato de Vespasiano, demandó la mano de obra de cientos de esclavos, que arrastraron enormes rocas para construir una elipsis de dimensiones monumentales, con 533 metros de circunferencia, abarcando 3 hectáreas y una altura de 16 pisos. Primero se construyeron las columnas y los arcos, y después se levantaron los muros de una roca volcánica más ligera llamada pómez. Se construyó, asimismo, una compleja estructura de bóvedas y pasillos, de ladrillo y opus caementicium, que soportaba el inmenso graderío.

Mientras que la estética de los romanos fue herencia griega, su tecnología fue profundamente original. El Coliseo es, sin duda, el legado arquitectónico más grande de Roma. La obra de Vespasiano tardó menos de diez años en construirse, y, aunque él no vivió para contemplarla, sigue siendo el símbolo más importante del Imperio Romano.

Con capacidad para 50 000 espectadores, que rodeaban una pista central que estaba cubierta de arena, el Coliseo mantenía el más estricto protocolo: en la parte baja preferencial se sentaban los emperadores, sus allegados y  asistentes; más arriba se sentaban los visitantes extranjeros y los esclavos y, aún más arriba, en bancas de madera, se sentaban las mujeres y los pobres. Hasta en los juegos públicos, las clases y la posición social eran las pautas de organización.

En ocasiones la arena se inundaba cerrando las atarjeas del drenaje. El estadio se convertía en un pequeño mar donde se efectuaban combates navales. También se celebraban carreras de carrozas. Pero eran los gladiadores quienes concitaban la mayor expectativa del Coliseo. Estaban conformados por esclavos, criminales y lo más bajo de la sociedad romana, incluyendo mujeres, que eran entrenados y seleccionados para hacer la delicia del público. Luchaban entre ellos y también contra las bestias.

Durante 325 años, el Coliseo presenció espectáculos aún más sangrientos. Según varias fuentes históricas, pudo haber sido el lugar de martirio de los cristianos perseguidos.  En el año 404 d. C, el emperador Cristiano prohibió los sacrificios públicos en Roma, y el Coliseo, dañado por los temblores y los rayos, perdió algo de su esplendor. Pero el triunfo de su ingeniería lo ha mantenido en pie, como símbolo imperecedero de una civilización.

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