Los orígenes de la Guerra Fría

Entre 1946 y 1991 el mundo se dividió en dos bloques irreconciliables. A un lado Estados Unidos y sus aliados, al otro la Unión Soviética y los suyos. Se trataba de una fractura geopolítica, pero, sobre todo, ideológica. Estados Unidos representaba la democracia liberal y la economía de libre mercado, la Unión Soviética hacía lo propio con la revolución socialista y la economía planificada. El centro neurálgico de la guerra fría fue, en origen, el continente europeo, pero con el paso de los años el conflicto se fue extendiendo a otras partes del mundo, especialmente Asia y África. En la primera los comunistas chinos salieron vencedores de la guerra civil e impusieron un régimen de partido único que luego sirvió como ejemplo a otros Estados del sudeste asiático. En la segunda las antiguas colonias europeas se fueron independizando a lo largo de la década de los 60 y convirtiéndose en piezas de ajedrez del tablero global.

América en buena medida quedó al margen con la excepción de Cuba y, dos décadas más tarde, de Nicaragua, que se alinearon con la Unión Soviética tras dos revoluciones exitosas. Eso provocó que las tensiones ideológicas del momento se extendiesen a partir de la década de los 60 por prácticamente todos los países hispanoamericanos en forma de guerrillas, golpes de Estado y regímenes autoritarios.

Europa, entretanto, permanecía dividida y separada por una frontera dura compuesta por alambradas y torres de vigilancia que Winston Churchill dio en llamar telón de acero. Desde las costas del mar Báltico hasta las del Mediterráneo este impenetrable telón dificultó durante décadas la libre la circulación de personas, mercancías e ideas. El símbolo de la división era Alemania, que se mantuvo partida en dos Estados hasta 1990, y, especialmente, su capital, Berlín, que de 1961 a 1989 estuvo atravesada por un muro de hormigón que separaba las dos zonas. Los europeos de occidente se agruparon en torno a la OTAN, una alianza militar que les unía con Estados Unidos. Esa iniciativa estratégica no tardó en ser copiada por los soviéticos con el Pacto de Varsovia que reunía a todas las repúblicas populares de Europa oriental.

La guerra fría nunca se transformó en caliente, al menos a escala global, porque ambas superpotencias disponían de inmensos arsenales atómicos que, en caso de guerra, hubiesen utilizado. El temor a una conflagración nuclear que habría destruido la civilización evitó lo peor. Lo que si hubo fueron infinidad de enfrentamientos localizados en distintas partes del mundo en forma de guerras subsidiarias. Algunas fueron muy prolongadas y sangrientas como la de Corea, la de Vietnam o la de Afganistán.

Vamos en La ContraHistoria a recorrer la guerra fría de principio a fin, pero, al tratarse de un periodo largo, cercano en el tiempo y que tanta influencia tiene sobre nuestro mundo, no bastará un solo capítulo. Necesitaremos dos o quizá tres. El primero es el que vais a escuchar hoy se circunscribe a los orígenes de la guerra fría, sus primeros años, los que sucedieron al final de la segunda guerra mundial cuando estadounidenses y soviéticos ocupaban en calidad de aliados una Europa en ruinas.

En El ContraSello:

  • La Macedonia histórica y la actual
  • El reconocimiento de Kosovo
  • Historia de la UE

Bibliografía

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